Felipe II y el paisaje urbano de Madrid (I)
Felipe II, que recibió de la mano de su padre todos los Reinos hispánicos, con Nápoles y Sicilia, fue más tarde rey de Portugal y rey consorte de Inglaterra. Había nacido en Valladolid el 21 de mayo de 1527 y murió en El Escorial el 13 de septiembre de 1598. En mayo de 1561, decidió repentinamente trasladarse desde Toledo a Madrid con toda la Corte y esto se realizó sin tardar en julio del mismo año. Las razones del cambio son todavía muy discutidas. Por otra parte, este rey curiosamente no demostró nunca un gran interés por la ciudad que hizo capital del Imperio.
La llegada de la Corte a Madrid fue la causa de un cambio brutal en los paisajes que albergaban la villa. Madrid estaba rodeada de bosques frondosos. Pero no había suficientes casas para tanta gente. Se talaron miles de árboles alrededor de la pequeña ciudad para la construcción de casas. ¿Pero quién conoció estos bosques? De nos ser algunos estudiosos de la historia, nadie añora lo que no conoció.
Ángel Fernández de los Ríos, en su obra El futuro Madrid, hace grandes reproches a la llegada de Felipe II por dañar el paisaje y el medio ambiente de esta Villa. Dice:
Ángel Fernández de los Ríos, en su obra El futuro Madrid, hace grandes reproches a la llegada de Felipe II por dañar el paisaje y el medio ambiente de esta Villa. Dice:
“Era Madrid en el siglo XV abundante en montes poblados de enormes robles, encinas, castaños, nogales, pinos, avellanos y madroños (1), y á los cien años de instalada en él la corte, habían sido derribados para utilizarlos en levantar casas a la grandeza, ó en alimentar con leña y carbon los hogares de la población cortesana que absorbió Madrid.
Había en sus bosques mucha caza de montería, osos, jabalíes, ciervos, conejos, liebres, perdices (2), y el hacha que taló el arbolado ahuyentó la caza, quitando a Madrid un gran medio de alimentación y un elemento industrial.
Tan abundante era el agua de la villa, que dentro y fuera de ella, había fuentes naturales, en sus calles, de verano é invierno, grandes pilones y albercas comunes, con caños y abrevaderos; tan superficial era la humedad y tan someros eran los pozos, que á brazo y sin cuerda se podía sacar de ellos; y al reinado siguiente ya escaseaba el agua potable, ya había necesidad de empezar á mezclar con la de noria la poca que quedaba, ya se tenía por verdadera mina el descubrimiento de los humildes viajes de Abroñigal y Amaniel (3).
Hacía Madrid una cosecha importante de trigo y vino, tenía grandes y fértiles huertas, abundantes en excelente hortaliza de toda especie, en frutas delicadas de verano é invierno, y con la escasez progresiva de agua perdió este otro recurso de alimentación.
A humedad constante y general del suelo, sostenida por el arbolado y el sobrante de las aguas de la villa, fecundaba las grandes praderas en que se criaba abundante ganado; hasta que, agotándose y esterilizándose las praderas, perdió también las reses y pasó definitivamente de pueblo productor á pueblo exclusivamente consumidor.
Era la region de Madrid en el siglo XV muy templada, “de buenos aires y cielos, cuando sus árboles cortaban los vientos del Guadarrama durante el invierno y refrescaban con su frondosidad la atmósfera durante el verano:” cortando y talando Felipe II, después de quitar á Madrid su campiña, su horizonte, sus aguas y sus alimentos, le quitó tambien la primavera, que no era ciertamente la estacion en armonía con su carácter.
Con ella desaparecieron las condiciones sanitarias que Cárlos V había puesto á prueba con tan buen resultado para curarse de un padecimiento hoy endémico en la villa, unas intermitentes.
Tales fueron los beneficios que trajo con la corte á Madrid Felipe II, especie de Atila, que esterilizaba el suelo donde sentaba la planta.
Y ¿qué hizo, en cambio, para poner á la villa en estado de ser mansion correspondiente á su desvanecida persona?
Lo primero que hizo fué escribir á su arquitecto Luis de la Vega, el 7 de mayo de 1561, encargándole las obras del palacio (el alcázar), porque “teniendo determinado ir con su casa y corte á Madrid, deseaba que estuviesen concluidas para de allí á un mes y que no diese lugar a que ninguno viese, sin mandato suyo, los aposentos del palacio, ningún atajo, oficina ni otra cosa” (no quería que nadie aprendiera la maquinaria secreta del edificio que había de ser escenario de crímenes, entre los cuales había de contarse un parricidio); y como Vega le hiciese observar que por falta de oficiales no podrían las obras concluirse tan deprisa, Felipe II mandaba al Corregidor Beteta, que “todos los oficiales de la villa se ocupasen de esto, sin atender á ninguna otra obra.” El capricho de Felipe II era sagrado, hasta cuando se trataba de la vida de su propia familia.
Tenía en su mano enmendar los defectos de la villa; si no en la parte existente en la futura, y ni se cuidó de que se corrigiera lo accidentado del suelo, ni trazó en él calles anchas y rectas, ni adoptó medida alguna que diera idea de prevision y de grandeza de miras.”
1 - Lopez Deza
2 - Gonzalez Fernandez de Oviedo
3 – Ardemans. Informe al Ayuntamiento en 1727
El futuro Madrid de Ángel Fernández de los Ríos (Ayuntamiento Popular de Madrid 1868)
Personalmente, no estoy a favor de todo lo que hubiese deseado hacer Ángel Fernández de los Ríos para reformar Madrid. Estaba muy atraído por las reformas hechas en Paris cuyo suelo era muy diferente del suelo madrileño. Me gustan los desniveles accidentados de su viejo casco urbano, la calle de Segovia entre dos cerros, el del palacio y el de la cornisa. Madrid existió por su situación de difícil acceso, al borde de un acantilado sobre el Manzanares. Fue la razón de sus orígenes. Guarda, en su parte oeste, el paisaje urbano de una fortaleza.
Y en la introducción de la reedición en facsímil de su obra (1989), escribe Antonio Bonet Correa: “Aunque a Fernández de los Ríos le preocupaba la arquitectura no era tanto ésta como lo era la ciudad misma y su estructura social la que ocupaba la preferencia de su atención. Además no se interesaba sólo por el aspecto formal o diríamos estilístico de los edificios, sino también por lo práctico y funcional.”
En un próximo artículo, seguiremos acompañados de Fernández de los Ríos en su descripción tan minuciosa de cómo Felipe II dispuso del suelo de Madrid y de su medio ambiente.
Anne Barcat
Había en sus bosques mucha caza de montería, osos, jabalíes, ciervos, conejos, liebres, perdices (2), y el hacha que taló el arbolado ahuyentó la caza, quitando a Madrid un gran medio de alimentación y un elemento industrial.
Tan abundante era el agua de la villa, que dentro y fuera de ella, había fuentes naturales, en sus calles, de verano é invierno, grandes pilones y albercas comunes, con caños y abrevaderos; tan superficial era la humedad y tan someros eran los pozos, que á brazo y sin cuerda se podía sacar de ellos; y al reinado siguiente ya escaseaba el agua potable, ya había necesidad de empezar á mezclar con la de noria la poca que quedaba, ya se tenía por verdadera mina el descubrimiento de los humildes viajes de Abroñigal y Amaniel (3).
Hacía Madrid una cosecha importante de trigo y vino, tenía grandes y fértiles huertas, abundantes en excelente hortaliza de toda especie, en frutas delicadas de verano é invierno, y con la escasez progresiva de agua perdió este otro recurso de alimentación.
A humedad constante y general del suelo, sostenida por el arbolado y el sobrante de las aguas de la villa, fecundaba las grandes praderas en que se criaba abundante ganado; hasta que, agotándose y esterilizándose las praderas, perdió también las reses y pasó definitivamente de pueblo productor á pueblo exclusivamente consumidor.
Era la region de Madrid en el siglo XV muy templada, “de buenos aires y cielos, cuando sus árboles cortaban los vientos del Guadarrama durante el invierno y refrescaban con su frondosidad la atmósfera durante el verano:” cortando y talando Felipe II, después de quitar á Madrid su campiña, su horizonte, sus aguas y sus alimentos, le quitó tambien la primavera, que no era ciertamente la estacion en armonía con su carácter.
Con ella desaparecieron las condiciones sanitarias que Cárlos V había puesto á prueba con tan buen resultado para curarse de un padecimiento hoy endémico en la villa, unas intermitentes.
Tales fueron los beneficios que trajo con la corte á Madrid Felipe II, especie de Atila, que esterilizaba el suelo donde sentaba la planta.
Y ¿qué hizo, en cambio, para poner á la villa en estado de ser mansion correspondiente á su desvanecida persona?
Lo primero que hizo fué escribir á su arquitecto Luis de la Vega, el 7 de mayo de 1561, encargándole las obras del palacio (el alcázar), porque “teniendo determinado ir con su casa y corte á Madrid, deseaba que estuviesen concluidas para de allí á un mes y que no diese lugar a que ninguno viese, sin mandato suyo, los aposentos del palacio, ningún atajo, oficina ni otra cosa” (no quería que nadie aprendiera la maquinaria secreta del edificio que había de ser escenario de crímenes, entre los cuales había de contarse un parricidio); y como Vega le hiciese observar que por falta de oficiales no podrían las obras concluirse tan deprisa, Felipe II mandaba al Corregidor Beteta, que “todos los oficiales de la villa se ocupasen de esto, sin atender á ninguna otra obra.” El capricho de Felipe II era sagrado, hasta cuando se trataba de la vida de su propia familia.
Tenía en su mano enmendar los defectos de la villa; si no en la parte existente en la futura, y ni se cuidó de que se corrigiera lo accidentado del suelo, ni trazó en él calles anchas y rectas, ni adoptó medida alguna que diera idea de prevision y de grandeza de miras.”
1 - Lopez Deza
2 - Gonzalez Fernandez de Oviedo
3 – Ardemans. Informe al Ayuntamiento en 1727
El futuro Madrid de Ángel Fernández de los Ríos (Ayuntamiento Popular de Madrid 1868)
Personalmente, no estoy a favor de todo lo que hubiese deseado hacer Ángel Fernández de los Ríos para reformar Madrid. Estaba muy atraído por las reformas hechas en Paris cuyo suelo era muy diferente del suelo madrileño. Me gustan los desniveles accidentados de su viejo casco urbano, la calle de Segovia entre dos cerros, el del palacio y el de la cornisa. Madrid existió por su situación de difícil acceso, al borde de un acantilado sobre el Manzanares. Fue la razón de sus orígenes. Guarda, en su parte oeste, el paisaje urbano de una fortaleza.
Y en la introducción de la reedición en facsímil de su obra (1989), escribe Antonio Bonet Correa: “Aunque a Fernández de los Ríos le preocupaba la arquitectura no era tanto ésta como lo era la ciudad misma y su estructura social la que ocupaba la preferencia de su atención. Además no se interesaba sólo por el aspecto formal o diríamos estilístico de los edificios, sino también por lo práctico y funcional.”
En un próximo artículo, seguiremos acompañados de Fernández de los Ríos en su descripción tan minuciosa de cómo Felipe II dispuso del suelo de Madrid y de su medio ambiente.
Anne Barcat
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