Palacio de Santa Cruz 1768 Foto de Luis García Wikimedia Commons
El Palacio de Santa Cruz (1768)
Este palacio hoy es la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores y se encuentra en la Plaza de la Provincia. Los antecedentes de este edificio son bastante antiguos: en época de Felipe IV era Sala de Alcaldes de Casa y Corte y al mismo tiempo era la Cárcel de Corte donde estaban los presos y se celebraban los juicios.
Sobre un proyecto de Juan Gómez de Mora, en 1629 y 1636, varios arquitectos,
junto a José de Villarreal,
Bartolomé Hurtado García y José del Olmo, con la dirección de Cristóbal Aguilera para las obras de construcción, habían trabajado en este edificio.
En época de Carlos III, Antonió Pló, que no era arquitecto sino maestro de obras de gran prestigio (recuerden, le debemos la gran cúpula de San Francisco el Grande que le fue encargada después de la marcha de Cabezas a su tierra valenciana, disgustado por sus peleas con Ventura Rodríguez). El palacio de Santa Cruz necesitaba grandes reformas y se apartó la cárcel en una zona trasera.
Ya hemos estudiado la puerta de Alcalá sin seguir el orden cronológico de las obras, porque ésta representa un monumento emblemático de la época de Carlos III. Sin embargo fue construida, tal como la conocemos, entre 1769 y 1778.
El palacio de Altamira (1772 Proyecto de Ventura Rodríguez sin realizar)
Palacio de Altamira tal como lo podemos ver hoy
Foto Luis García para Wikimedia Commons
Este proyecto de Ventura Rodríguez tenía tal magnitud que su construcción quedó abortada por orden del rey; éste posiblemente temía que la realización del proyecto haga sombra a su palacio real cercano. El palacio de Altamira se encuentra en Flor Alta, 8 pero tenía que ocupar toda la manzana hasta la calle San Bernardo.
El palacio de Goyeneche, luego Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1710 José Benito de Churriguera - 1773 Diego de Villanueva)
Palacio de Goyeneche, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
Foto de Kadellar para Wikimedia Commons
Foto de Kadellar para Wikimedia Commons
Ya en 1710, el banquero Juan de Goyeneche había elegido al arquitecto Churriguera para proyectar y construir su palacio en Madrid en la calle de Alcalá, 13, muy cerca de la Puerta del Sol. Churriguera le hizo un proyecto de marcada tendencia rococó que gustó al banquero.
Más tarde Diego de Villanueva, hermanastro mayor de Juan, será encargado de las obras de refoma de este palacio para ser la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Hasta entonces, en época de Felipe V, el escultor Olivieri daba clases de dibujo en el palacio real. El rey le encarga la realización de un proyecto para una gran Academia. Inspirado en las que existían en Italia y Paris, Olivieri se ocupó primero de la organización docente para la enseñanza de la pintura, de la escultura y de la arquitectura. Éstas se desarrollaron al principio en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor. Ventura Rodríguez y José de Hermosilla eran directores de arquitectura, y Diego de Villanueva junto a Alejandro González Velázquez eran profesores adjuntos.
Diego de Villanueva, bajo el reinado de Carlos III, empezó entonces la reforma del palacio de Goyeneche de la calle de Alcalá para la sede de la academia. Cambió el estilo rococó y barroco por otro neoclásico, demoliendo la portada de Churriguera. Gracias a los diseños de Diego, podemos ver los dos estilos del palacio en un solo dibujo.
Más tarde Diego de Villanueva, hermanastro mayor de Juan, será encargado de las obras de refoma de este palacio para ser la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Hasta entonces, en época de Felipe V, el escultor Olivieri daba clases de dibujo en el palacio real. El rey le encarga la realización de un proyecto para una gran Academia. Inspirado en las que existían en Italia y Paris, Olivieri se ocupó primero de la organización docente para la enseñanza de la pintura, de la escultura y de la arquitectura. Éstas se desarrollaron al principio en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor. Ventura Rodríguez y José de Hermosilla eran directores de arquitectura, y Diego de Villanueva junto a Alejandro González Velázquez eran profesores adjuntos.
Diego de Villanueva, bajo el reinado de Carlos III, empezó entonces la reforma del palacio de Goyeneche de la calle de Alcalá para la sede de la academia. Cambió el estilo rococó y barroco por otro neoclásico, demoliendo la portada de Churriguera. Gracias a los diseños de Diego, podemos ver los dos estilos del palacio en un solo dibujo.
El Salón del Prado (1775-1782)
El Salón del Prado era un antiguo paseo de tierra con arroyo que bajaba desde Recoletos hasta Atocha, tal como lo vemos descrito en el siglo de oro por autores como Lope de Vega. Explicamos en una entrada anterior que, durante el reinado de Fernando VI, José Hermosilla y Sandoval ya había hecho un proyecto y el arquitecto siguió trabajando en ello durante el reinado de Carlos III. En el recorrido del paseo, podemos ver las obras de muchos artistas.
Presentamos nuevamente el proyecto de Hermosilla ya puesto en este blog y añadimos todos los datos de la Biblioteca Nacional de España que acompañan este documento tan interesante.
Presentamos nuevamente el proyecto de Hermosilla ya puesto en este blog y añadimos todos los datos de la Biblioteca Nacional de España que acompañan este documento tan interesante.
Adjuntamos la larga nota que lo acompaña:
"HERMOSILLA Y SANDOVAL, José de (Llerena, Badajoz, 1715-Madrid,1776) Plano de los paseos del Prado, Recoletos y Atocha de Madrid (1767) Dib/15/86/51
"Dibujo sobre papel amarillento verjurado: pluma, pincel, tinta negra y aguadas verdes, rosas y amarillas; línea de encuadre 240 x 980 mm, en h. de 260 x 1002 mm. Barcia n.o 2165.
"Este dibujo, ciertamente fundamental en la historia de la arquitectura y del urbanismo del siglo XVIII en España, y decisivo para el desarrollo urbano de la ciudad de Madrid, representa la planta del proyecto que el arquitecto e ingeniero militar José de Hermosilla (1715-1776) realizara, en 1767, para reordenar los paseos del Prado, Recoletos y Atocha, aunque la parte más fascinante como diseño urbano fuera, sin duda, la correspondiente al llamado Salón del Prado, en forma «circoagonal», tal como la denominara Chueca Goitia en afortunada expresión (Chueca 1974).
El encargo a Hermosilla se lo hizo el conde Aranda, inmediatamente después del llamado motín de Esquilache, en 1766, y pretendía constituir un simbólico regalo político al pueblo de Madrid que aunaba, al menos, dos consecuencias importantes. Por un lado, el inicio y redefinición de una política ilustrada de embellecimiento urbano de la ciudad y de la Corte, con el saneamiento, adecentamiento y nuevos equipamientos en esa zona y, por otro, el intencionado halago a Carlos III, sobre todo después de que, en 1775, Ventura Rodríguez se hiciese cargo del programa iconográfico de las fuentes, definiendo en el Salón del Prado un discurso a la vez clásico y nacional, homenaje a la magnificencia del rey y de la Monarquía Hispánica (Reese 1989), si bien es cierto que el diseño en forma de circo romano, entendido también como un palimpsesto barroco derivado del modelo de Piazza Navona en Roma, se debe indudablemente a Hermosilla.
"Sobre ese programático diseño, Ventura Rodríguez actuó fundamentalmente como decorador con el programa iconográfico de las fuentes principales (Cibeles, Apolo y Neptuno), incluso lo hizo retóricamente al denominar la obra de alcantarillado por él modificada como «cloaca máxima», intentando confirmarse como poseedor de una cultura clásica y a la antigua, romana, que le eran completamente ajenas, si se obvia su cultura libresca. Es más, la conocida y antigua enemistad con Hermosilla tuvo su colofón en la manera, un tanto impropia, de arrebatarle el proyecto en 1775. Sería precisamente Ignacio de Hermosilla, hermano de aquel y secretario de la Academia de San Fernando, el que acabaría escribiendo, al poco de la muerte del arquitecto, en 1776, que murió de tristeza debido a ésta y a otras decepciones similares, protagonizadas las demás fundamentalmente por Francisco Sabatini.
"El encargo de Aranda a Hermosilla se debía, sin duda, a su antigua y larga amistad, iniciada en la segunda mitad de los años cincuenta en el Cuerpo de Ingenieros, que el primero dirigió y reformó y en el que el segundo es- tuvo a sus órdenes, así como por su coincidencia también en la Academia de San Fernando. El arquitecto supo, en el proyecto del nuevo paseo del Prado y sus prolongaciones, limitadas por la puerta de Recoletos en un extremo y la de Atocha en el otro, entender las intenciones de Aranda (Rodríguez Ruiz y Sambricio 1998), vinculando además el diseño a la calle de Alcalá y a la futura nueva Puerta de Alcalá, para la que, en 1769, presentaron diseños Francisco Sabatini, Ventura Rodríguez y el propio Hermosilla. Construida por el primero (Sambricio 1986; Rodríguez Ruiz (dir.), 1993), no se conocen, desgraciadamente los dibujos del último.
"El diseño para el paseo del Prado de Hermosilla no sólo planteaba la disposición de un fundamental eje urbano que acabaría marcando hasta la actualidad el desarrollo de Madrid, sino que, sobre todo, con su disposición «circoagonal», nos remite a la cultura excepcional de su autor, pensionado en Roma entre 1747-1751, fechas decisivas en el debate arquitectónico internacional del siglo XVIII. En Roma, no solo atendió a las ruinas y a la Antigüedad, como era de esperar, sino también a la Roma moderna, de Miguel Ángel a Bernini, incluida Piazza Navona, decisiva, como apuntara Chueca, para el proyecto del Prado. Además en Roma entró en contacto estrecho con arquitectos y científicos tan importantes como Ferdinando Fuga, Ruggero Boscovich o François Jacquier, además de Luigi Vanvitelli y otros arquitectos activos en el ámbito de las Academias de San Lucas y la Francesa de Roma o mantenedores de un espectacular sentido barroco como E. Rodríguez dos Santos, con el que coincidiría, al menos para sustituirle, en las obras de la iglesia de los trinitarios en via Condotti. Pero especialmente interesante, en este contexto, sería, para su obra cartográfica posterior en España, el conocimiento de la obra de Giovan Battista Nolli, cuya magnífica e influyente planta de Roma, en cuya imagen final colaboró Piranesi, fue publicada en 1748 (Borsi, 1994; M. Bevilacqua, 1998 y 2004), recién llegado nuestro arquitecto a la ciudad.
"Entre otras de las muchas actividades, dibujos y proyectos, incluidas sus visitas, bocetos y levantamientos de ruinas y edificios de la Antigüedad, realizados en compañía de fray Alonso Cano, responsable directo de su intervención en el convento e iglesia de via Condotti, Hermosilla cumplió el encargo de escribir en Roma un tratado de Architectura Civil (1750), magníficamente ilustrado con dibujos a pluma y lavados con aguadas grises, pensado como futuro texto para los estudiantes de Arquitectura de la Academia de San Fernando, aunque al final quedara manuscrito; se conserva en la Biblioteca Nacional (Rodríguez Ruiz 1985), aunque otra copia, con los dibujos sólo a pluma, guarda la Academia de Buenas Letras de Sevilla (Rodríguez Ruiz 1992).
"El precioso e importantísimo manuscrito de la Biblioteca Nacional tiene, entre sus dibujos, uno que representa una ciudad ideal y regular, proyectada a medias entre su condición de ingeniero y de arquitecto, y en la que a lo largo del trazado va disponiendo las diferentes tipologías (iglesias, plazas, catedral, palacio real, teatro, viviendas, etcétera) y, en términos urbanos y de equipamientos, las calles, manzanas, plazas, vías representativas, etcétera. En ese trazado regular hay un eje privilegiado que de una puerta de ciudad, en el recinto fortificado, conduce, mediante un paseo en forma «circoagonal» —inspirado sin duda en los circos romanos y, sobre todo, en la Piazza Navona, ejemplos que tenía delante cuando dibujaba este paseo ideal y teórico—, a una plaza mayor circular, desembocando finalmente en el palacio real de la mencionada ciudad, situado el extremo de la misma. Se trata casi de una propuesta imaginaria, utópica si se quiere, del recorrido quebrado más representativo de Madrid, el simbólico de las entradas reales, de la Puerta de Alcalá, el paseo del Prado, carrera de San Jerónimo, plaza Mayor, calle Mayor, hasta desembocar, en el otro extremo de la ciudad, en el Palacio Real. Pero lo más importante es que, en ese proyecto de ciudad ideal de su tratado, Hermosilla ya había dado forma «circoagonal» al paseo mencionado, prefigurando así su diseño real para el Salón del Prado, tal como testimonia este dibujo y la construcción posterior del mismo.
"Es más, solo dos años después de su proyecto de 1767 su solución para los paseos de Recoletos, Prado y Atocha aparece ya representada, con significativas variantes, antes de estar finalizada, en el célebre y magnífico Plano Topográfico de la Villa y Corte de Madrid, grabado en 1769 por Antonio Espinosa de los Monteros (1732-1812) y dedicado precisamente al conde Aranda (Molina 1960). De la importancia concedida en el plano a los proyectos de Hermosilla en Madrid dan idea dos hechos llamativos. Se trata, en ambos casos, de dos obras que en ese año estaban muy lejos de haber sido terminadas. La primera corresponde a la representación del Hospital General de Atocha, que Hermosilla había iniciado en 1756 y que, en ese mismo año, sería sustituido al frente del mismo por Francisco Sabatini y, sobre todo, la segunda, correspondiente al diseño reformado, con respecto al dibujo de la Biblioteca Nacional, de su proyecto para el Salón de Prado y para el paseo de Atocha. De la importancia que se concedía en el Plano de Espinosa de los Monteros al plan de Hermosilla en el contexto de las reformas de la ciudad de Madrid, las reales y las proyectadas, da idea el hecho de que, en la parte inferior derecha, se disponga, en forma de plano pegado a manera de trampantojo, el diseño del paseo del Prado y sus prolongaciones tal como se encontraban realmente en ese momento, recién iniciadas las obras.
"El plano grabado por Espinosa de los Monteros recuerda muy notablemente, aunque sin su extraordinaria precisión, al mencionado de Nolli, incluidos algunos recursos gráficos, cultivados también por Piranesi, como el de la simulación de fragmentos de dibujos aparentemente pegados sobre la imagen general cartográfica. Se trata de algo que no debe sorprender en absoluto, sabiendo que Espinosa residió entre 1750 y 1753 en Roma, a sus expensas y para estudiar dibujo, casi en los mismos años que Hermosilla, coincidiendo entre 1750 y 1751 en la ciudad. Sin duda, ambos conocieron el plano de Nolli, Nuova Pianta di Roma (1748) y, una vez en Madrid, el primero, como grabador y académico, recibió el encargo de grabar el plano de la ciudad, dedicado a Aranda, y muy posiblemente —por las razones aducidas— realizado, medido y dibujado por el mismo Hermosilla que, además, acababa de trazar la planta cartográfica de la Alhambra de Granada (Rodríguez Ruiz 1992, 2000 y 2006), siguiendo procedimientos muy semejantes a los de Nolli, con independencia de la confianza que el conde de Aranda había depositado siempre en el arquitecto e ingeniero."
"HERMOSILLA Y SANDOVAL, José de (Llerena, Badajoz, 1715-Madrid,1776) Plano de los paseos del Prado, Recoletos y Atocha de Madrid (1767) Dib/15/86/51
"Dibujo sobre papel amarillento verjurado: pluma, pincel, tinta negra y aguadas verdes, rosas y amarillas; línea de encuadre 240 x 980 mm, en h. de 260 x 1002 mm. Barcia n.o 2165.
"Este dibujo, ciertamente fundamental en la historia de la arquitectura y del urbanismo del siglo XVIII en España, y decisivo para el desarrollo urbano de la ciudad de Madrid, representa la planta del proyecto que el arquitecto e ingeniero militar José de Hermosilla (1715-1776) realizara, en 1767, para reordenar los paseos del Prado, Recoletos y Atocha, aunque la parte más fascinante como diseño urbano fuera, sin duda, la correspondiente al llamado Salón del Prado, en forma «circoagonal», tal como la denominara Chueca Goitia en afortunada expresión (Chueca 1974).
El encargo a Hermosilla se lo hizo el conde Aranda, inmediatamente después del llamado motín de Esquilache, en 1766, y pretendía constituir un simbólico regalo político al pueblo de Madrid que aunaba, al menos, dos consecuencias importantes. Por un lado, el inicio y redefinición de una política ilustrada de embellecimiento urbano de la ciudad y de la Corte, con el saneamiento, adecentamiento y nuevos equipamientos en esa zona y, por otro, el intencionado halago a Carlos III, sobre todo después de que, en 1775, Ventura Rodríguez se hiciese cargo del programa iconográfico de las fuentes, definiendo en el Salón del Prado un discurso a la vez clásico y nacional, homenaje a la magnificencia del rey y de la Monarquía Hispánica (Reese 1989), si bien es cierto que el diseño en forma de circo romano, entendido también como un palimpsesto barroco derivado del modelo de Piazza Navona en Roma, se debe indudablemente a Hermosilla.
"Sobre ese programático diseño, Ventura Rodríguez actuó fundamentalmente como decorador con el programa iconográfico de las fuentes principales (Cibeles, Apolo y Neptuno), incluso lo hizo retóricamente al denominar la obra de alcantarillado por él modificada como «cloaca máxima», intentando confirmarse como poseedor de una cultura clásica y a la antigua, romana, que le eran completamente ajenas, si se obvia su cultura libresca. Es más, la conocida y antigua enemistad con Hermosilla tuvo su colofón en la manera, un tanto impropia, de arrebatarle el proyecto en 1775. Sería precisamente Ignacio de Hermosilla, hermano de aquel y secretario de la Academia de San Fernando, el que acabaría escribiendo, al poco de la muerte del arquitecto, en 1776, que murió de tristeza debido a ésta y a otras decepciones similares, protagonizadas las demás fundamentalmente por Francisco Sabatini.
"El encargo de Aranda a Hermosilla se debía, sin duda, a su antigua y larga amistad, iniciada en la segunda mitad de los años cincuenta en el Cuerpo de Ingenieros, que el primero dirigió y reformó y en el que el segundo es- tuvo a sus órdenes, así como por su coincidencia también en la Academia de San Fernando. El arquitecto supo, en el proyecto del nuevo paseo del Prado y sus prolongaciones, limitadas por la puerta de Recoletos en un extremo y la de Atocha en el otro, entender las intenciones de Aranda (Rodríguez Ruiz y Sambricio 1998), vinculando además el diseño a la calle de Alcalá y a la futura nueva Puerta de Alcalá, para la que, en 1769, presentaron diseños Francisco Sabatini, Ventura Rodríguez y el propio Hermosilla. Construida por el primero (Sambricio 1986; Rodríguez Ruiz (dir.), 1993), no se conocen, desgraciadamente los dibujos del último.
"El diseño para el paseo del Prado de Hermosilla no sólo planteaba la disposición de un fundamental eje urbano que acabaría marcando hasta la actualidad el desarrollo de Madrid, sino que, sobre todo, con su disposición «circoagonal», nos remite a la cultura excepcional de su autor, pensionado en Roma entre 1747-1751, fechas decisivas en el debate arquitectónico internacional del siglo XVIII. En Roma, no solo atendió a las ruinas y a la Antigüedad, como era de esperar, sino también a la Roma moderna, de Miguel Ángel a Bernini, incluida Piazza Navona, decisiva, como apuntara Chueca, para el proyecto del Prado. Además en Roma entró en contacto estrecho con arquitectos y científicos tan importantes como Ferdinando Fuga, Ruggero Boscovich o François Jacquier, además de Luigi Vanvitelli y otros arquitectos activos en el ámbito de las Academias de San Lucas y la Francesa de Roma o mantenedores de un espectacular sentido barroco como E. Rodríguez dos Santos, con el que coincidiría, al menos para sustituirle, en las obras de la iglesia de los trinitarios en via Condotti. Pero especialmente interesante, en este contexto, sería, para su obra cartográfica posterior en España, el conocimiento de la obra de Giovan Battista Nolli, cuya magnífica e influyente planta de Roma, en cuya imagen final colaboró Piranesi, fue publicada en 1748 (Borsi, 1994; M. Bevilacqua, 1998 y 2004), recién llegado nuestro arquitecto a la ciudad.
"Entre otras de las muchas actividades, dibujos y proyectos, incluidas sus visitas, bocetos y levantamientos de ruinas y edificios de la Antigüedad, realizados en compañía de fray Alonso Cano, responsable directo de su intervención en el convento e iglesia de via Condotti, Hermosilla cumplió el encargo de escribir en Roma un tratado de Architectura Civil (1750), magníficamente ilustrado con dibujos a pluma y lavados con aguadas grises, pensado como futuro texto para los estudiantes de Arquitectura de la Academia de San Fernando, aunque al final quedara manuscrito; se conserva en la Biblioteca Nacional (Rodríguez Ruiz 1985), aunque otra copia, con los dibujos sólo a pluma, guarda la Academia de Buenas Letras de Sevilla (Rodríguez Ruiz 1992).
"El precioso e importantísimo manuscrito de la Biblioteca Nacional tiene, entre sus dibujos, uno que representa una ciudad ideal y regular, proyectada a medias entre su condición de ingeniero y de arquitecto, y en la que a lo largo del trazado va disponiendo las diferentes tipologías (iglesias, plazas, catedral, palacio real, teatro, viviendas, etcétera) y, en términos urbanos y de equipamientos, las calles, manzanas, plazas, vías representativas, etcétera. En ese trazado regular hay un eje privilegiado que de una puerta de ciudad, en el recinto fortificado, conduce, mediante un paseo en forma «circoagonal» —inspirado sin duda en los circos romanos y, sobre todo, en la Piazza Navona, ejemplos que tenía delante cuando dibujaba este paseo ideal y teórico—, a una plaza mayor circular, desembocando finalmente en el palacio real de la mencionada ciudad, situado el extremo de la misma. Se trata casi de una propuesta imaginaria, utópica si se quiere, del recorrido quebrado más representativo de Madrid, el simbólico de las entradas reales, de la Puerta de Alcalá, el paseo del Prado, carrera de San Jerónimo, plaza Mayor, calle Mayor, hasta desembocar, en el otro extremo de la ciudad, en el Palacio Real. Pero lo más importante es que, en ese proyecto de ciudad ideal de su tratado, Hermosilla ya había dado forma «circoagonal» al paseo mencionado, prefigurando así su diseño real para el Salón del Prado, tal como testimonia este dibujo y la construcción posterior del mismo.
"Es más, solo dos años después de su proyecto de 1767 su solución para los paseos de Recoletos, Prado y Atocha aparece ya representada, con significativas variantes, antes de estar finalizada, en el célebre y magnífico Plano Topográfico de la Villa y Corte de Madrid, grabado en 1769 por Antonio Espinosa de los Monteros (1732-1812) y dedicado precisamente al conde Aranda (Molina 1960). De la importancia concedida en el plano a los proyectos de Hermosilla en Madrid dan idea dos hechos llamativos. Se trata, en ambos casos, de dos obras que en ese año estaban muy lejos de haber sido terminadas. La primera corresponde a la representación del Hospital General de Atocha, que Hermosilla había iniciado en 1756 y que, en ese mismo año, sería sustituido al frente del mismo por Francisco Sabatini y, sobre todo, la segunda, correspondiente al diseño reformado, con respecto al dibujo de la Biblioteca Nacional, de su proyecto para el Salón de Prado y para el paseo de Atocha. De la importancia que se concedía en el Plano de Espinosa de los Monteros al plan de Hermosilla en el contexto de las reformas de la ciudad de Madrid, las reales y las proyectadas, da idea el hecho de que, en la parte inferior derecha, se disponga, en forma de plano pegado a manera de trampantojo, el diseño del paseo del Prado y sus prolongaciones tal como se encontraban realmente en ese momento, recién iniciadas las obras.
"El plano grabado por Espinosa de los Monteros recuerda muy notablemente, aunque sin su extraordinaria precisión, al mencionado de Nolli, incluidos algunos recursos gráficos, cultivados también por Piranesi, como el de la simulación de fragmentos de dibujos aparentemente pegados sobre la imagen general cartográfica. Se trata de algo que no debe sorprender en absoluto, sabiendo que Espinosa residió entre 1750 y 1753 en Roma, a sus expensas y para estudiar dibujo, casi en los mismos años que Hermosilla, coincidiendo entre 1750 y 1751 en la ciudad. Sin duda, ambos conocieron el plano de Nolli, Nuova Pianta di Roma (1748) y, una vez en Madrid, el primero, como grabador y académico, recibió el encargo de grabar el plano de la ciudad, dedicado a Aranda, y muy posiblemente —por las razones aducidas— realizado, medido y dibujado por el mismo Hermosilla que, además, acababa de trazar la planta cartográfica de la Alhambra de Granada (Rodríguez Ruiz 1992, 2000 y 2006), siguiendo procedimientos muy semejantes a los de Nolli, con independencia de la confianza que el conde de Aranda había depositado siempre en el arquitecto e ingeniero."
Plaza Navona Fuente de los cuatro ríos de Bernini (Roma)
Foto Anne Barcat
Fuente de Neptuno
Dibujo original de Ventura Rodríguez Museo de Historia
La fuente de Cibeles en su primera ubicación y la Puerta de Alcalá al fondo
Museo de la Historia
Vista de la puerta de los Recoletos en la parte norte del paseo. Atribuida a Juan de Villanueva.
Biblioteca Nacional de España
Foto Anne Barcat
Ventura Rodriguez se encargó finalmente de diseñar las tres fuentes. Dos se encontrarían en los extremos norte y sur del paseo (Cibeles y Neptuno) y otra en el centro (Apolo y las cuatro estaciones del año). La Cibeles fue esculpida por dos escultores: la diosa por Francisco Gutiérrez (de la cámara del rey) y los leones por Roberto Michel (director de escultura de la Academia). Esta fuente cambió de lugar; en sus primeros tiempos se encontraba en la esquina del paseo de los Recoletos con la calle de Alcalá, cerca del Palacio de Buenavista; luego fue llevada al centro de la plaza.
En 1780 la fuente de Neptuno fue esculpida por Juan Pascual de Mena con su ayudante José Arias.
En cuanto a la fuente de Apolo y las cuatro estaciones, Alfonso Bergaz esculpió Apolo y Manuel Alvárez de la Peña se encargó de las cuatro estaciones. Ventura Rodríguez había proyectado un peristilo semicircular en el ángulo marcado por la fuente de Apolo para abrigar al público de la lluvia y para suavizar la diferencia de cotas entre el palacio del Retiro y el Prado de San Jerónimo. No se llevó a cabo, aunque Juan de Villanueva retomó la idea en sus primeros proyectos del Museo del Prado sin que se logre mucho resultado.
Fuente de Apolo y las cuatro estaciones
Diseño original de Ventura Ridríguez (Museo de Historia)
Fuente de la Cibeles
Disbujo original de Ventura Rodríguez (Museo de Historia)
Fuente de Neptuno
Dibujo original de Ventura Rodríguez Museo de Historia
La fuente de Cibeles en su primera ubicación y la Puerta de Alcalá al fondo
Museo de la Historia
Vista de la puerta de los Recoletos en la parte norte del paseo. Atribuida a Juan de Villanueva.
Biblioteca Nacional de España
Hospital General de San Carlos (1776)
El hospital general de hombres se había fundado en 1587, pero pronto cambió de ubicación a principios del siglo XVII para asentarse en la calle Doctor Mata entre la calle Santa Isabel y la calle de Atocha. En este mismo lugar, Sabatini proyectará un hospital de mayor envergadura, inmenso y funcional. Problemas económicos pararon las obras en 1781. Habrá que esperar 1904 para que Cesáreo Iradier vuelva a reformar la obra aplazada. Mientras tanto, el hospital podía subsistir, pero no podía ampliarse frente a la demanda porque, en 1861, el Ayuntamiento de Madrid había comprado los solares vecinos, bloqueando así el espacio. Finalmente se hará el Hospital Clínico en la Ciudad Universitaria y el proyecto fue puesto en manos de Manuel Sánchez Arcas. Todo parecía ir bien, pero la guerra civil destruyó considerablemente el edificio.
Hoy el edificio de la Calle Santa Isabel es el Real Conservatorio de Música y la sede del Colegio Oficial de Médicos. La facultad de medicina de San Carlos es el Museo Reina Sofía.
Fuentes: Biblioteca Nacional de España, Archivo de Wikimedia Commons, Guía de arquitectura (1700-1800) de Ramón Guerra de la Vega, Museo de Historia, Memoria de Madrid, Colaboración amistosa.
(Continuará)
Anne Barcat
Hospital general San Carlos
Museo de Historia
Hospital general San Carlos en reforma (1904)
Fuentes: Biblioteca Nacional de España, Archivo de Wikimedia Commons, Guía de arquitectura (1700-1800) de Ramón Guerra de la Vega, Museo de Historia, Memoria de Madrid, Colaboración amistosa.
(Continuará)
Anne Barcat